Por Fiona Walker*
Las primeras palabras que escuché fueron de mi madre oaxaqueña. Ella nació en la región de La Mixteca, en el estado de Oaxaca, México, y su familia pertenece a la etnia indígena Mixteca. En el pequeño poblado donde nació mi madre, no había escuela preparatoria, entonces ella no pudo cursar más allá de la educación secundaria.
Llego a los Estados Unidos, y después de unos años obtuvo su GED, se matriculó en Pasadena City College, y se abrió camino hasta llegar a la Universidad de California Los Angeles (U.C.L.A.), donde se graduó con honores.
Debido a la experiencia de mi madre, la educación siempre ha sido una prioridad para mi, al igual que aprender sobre mis antepasados y su cultura. En casa siempre se habla español y las Navidades y los veranos se pasan en Oaxaca. Allí me empapé de los colores, los sonidos y los sabores de Oaxaca y formé vínculos poderosos con mis muchas tías, tíos, primos y, por supuesto, Abuelita Guille y Abuelito Luis.
Tengo el privilegio de asistir a una increíble institución católica en el oeste de Los Ángeles: Notre Dame Academy, y por ello estoy inmensamente agradecida, y ahora mis sueños me llevan al estado de Michigan.
Después de haber visitado la Universidad de Michigan dos veces, sé que quiero que sea mi próximo hogar.
Mientras visitaba Michigan, trabajé con mi madre en su organización benéfica, llamada “Proyecto Alas”, cuyo objetivo es fomentar la lectura, y hacer llegar libros a niños oaxaqueños que los necesiten.
Mientras estuvimos en Ann Arbor y Detroit como parte de “Proyecto Alas”, buscamos a miembros de la comunidad oaxaqueña y luego les proporcionamos libros a los niños, para ayudarlos a desarrollar mejores habilidades de lectura.
Este es un objetivo que considero valioso en estos tiempos, en la que muchos niños pasan demasiado tiempo con los ojos sumergidos en aparatos tecnológicos y pantallas, pero también para ayudarlos a mantener sus vínculos con sus raíces nativas americanas y su educación hispana.
Mi madre no tuvo este tipo de recursos, y con nostalgia me platica como ella, de niña, jamás tuvo acceso a una biblioteca en donde pudiera elegir y leer libros de temas diversos.
Yo soy muy afortunada de contar con muchos recursos educativos en mi escuela, y quiero contribuir para que los niños que crecen en las comunidades oaxaqueñas en los Estados Unidos y en Oaxaca también los tengan. Ese es nuestro compromiso, y las miradas y sonrisas en los rostros de los niños que reciben los libros, nos inspiran más allá que las palabras puedan expresar.
Espero continuar el trabajo de “Proyecto Alas” desde la Universidad de Michigan, y también continuaré siendo voluntaria para la Cruz Roja. Cuando estuvimos en Ann Arbor y Detroit, visitamos oficinas de campo de la Cruz Roja con el fin de aprender sobre sus programas y así poder ayudar a conectar organizaciones y programas benéficos estadounidenses con personas de ascendencia oaxaqueña, como yo.
En el estado de Michigan, también visitamos numerosos locales con temática oaxaqueña, y en la ciudad de Detroit, visitamos “Algo Especial”, donde los inmigrantes oaxaqueños obtienen los ingredientes para cocinar los platillos que comían cuando eran niños.
También visitamos y comimos “Tlayudas” en un restaurante llamado simplemente “Oaxaca”, donde hablamos con Lydia Ramírez, la dueña, sobre el recorrido desde Oaxaca a Michigan y las influencias culturales que surgieron allí como resultado.
Conversamos sobre las muchas conexiones entre los nativos americanos mixtecos y el estado de Michigan, cuyo nombre proviene de la tribu nativa americana Algonquin, “Mishigamaw” y significa “gran lago” o “gran agua”.
Y reflexionando sobre mis conversaciones, visitas, e interacciones en Ann Arbor y Detroit en el estado de Michigan, me di cuenta de que necesito ser parte de esa conexión.
Deseo contribuir a conectar esas culturas, no sólo en relación con los nativos americanos que todavía están presentes en ambos estados, sino con respecto a la amistad entre la ciudad de Oaxaca y las ciudades de Ann Arbor y Detroit.
Si soy admitida a la Universidad de Michigan, me aseguraré de traer la cultura de mi madre a la Universidad y me esforzaré por llevar a los estudiantes de la Universidad a visitar el estado de Oaxaca, incluso para ver y experimentar la belleza y majestuosidad de las ruinas de Monte Albán, justo en las afueras de Ciudad de Oaxaca.
Mi compromiso es seguir construyendo ese puente, el puente entre dos culturas.
*Fiona Walker es estudiante de Notre Dame Academy en Los Angeles y su objetivo es ir a la Universidad de Michigan representando a su comunidad indígena oaxaqueña residente en el Sur de California y de muchas partes del país.