Por Andreina Morales
Como cada año, el 15 de marzo conmemoramos en los Estados Unidos el Día de la Igualdad Salarial. Y aunque nunca faltan los reconocimientos en los centros de trabajo y los comentarios en las redes sociales para enmarcar la fecha, la realidad es que aún hace falta mucho por hacer para lograr la igualdad salarial.
El más reciente reporte sobre el trato laboral igualitario publicado por The Economist, posiciona a los Estados Unidos en el lugar número 20 en la tabla de oportunidades para el sector femenino. Para las mujeres latinas la situación es aún más abrumadora: las trabajadoras latinas de tiempo completo reciben, en promedio, 57 centavos por cada dólar que ganan sus compañeros masculinos haciendo el mismo trabajo según revela un estudio del Economic Policy Institute. Y esta disparidad salarial ocurre tanto a niveles ejecutivos como en trabajos menos remunerados, como lo son cajeras y meseras en el sector de servicios.
No hay que ser erudito para validar estas cifras. En diferentes momentos de nuestra vida laboral todas nos hemos preguntado si estamos recibiendo un salario inferior que nuestra contraparte. Y en muchos casos la incertidumbre es una certeza.
Todas hemos oído hablar de la “Gran Resignación” luego de la pandemia por COVID-19, en la que los trabajadores están renunciando a sus trabajos de manera masiva. Un reciente estudio del Pew Research Center señala que dentro de las razones principales que los trabajadores citan al renunciar a sus trabajos se encuentran el difícil acceso a cuidado infantil y la falta de flexibilidad en los horarios. Estos dos motivos en particular afectan desproporcionadamente a las mujeres, colocándonos en una situación aún más precaria.
Antes de la pandemia por COVID-19, las mujeres latinas en edad productiva ya veníamos presentando rezagos laborales, pero tras el cierre de negocios en todo el país para controlar la propagación del virus, muchas mujeres dejaron el campo laboral y aún no han logrado volver. El alto costo de las guarderías y los servicios de cuidado infantil han puesto en jaque a miles de familias. Cifras del Pew Research Center indican que el 30% de madres hispanas con al menos un hijo se quedaron en casa para cuidar de sus hijos.
Tras dos décadas trabajando en el mundo corporativo y como empresaria independiente he descubierto que uno de los caminos más viables para alcanzar la igualdad salarial está en el trabajo flexible. Para las mujeres con responsabilidades familiares, la flexibilidad no es un lujo. Es un necesidad.
Aplicaciones móviles como Instawork están dando paso a una nueva forma de meritocracia laboral: los empleos disponibles en esas plataformas contratan trabajadoras y trabajadores según sus capacidades, publicando salarios de manera transparente y sin tomar en cuenta ni edad ni sexo, solo sus habilidades a la hora de desempeñar cualquier labor. La llegada de nuevas tecnologías permite total transparencia en el proceso de contratación y disminuye el riesgo de discriminación salarial.
Como mujer y madre de tres hijos pequeños, entiendo y vivo con la misma presión; por ello, considero que el trabajo flexible es imperativo para lograr la igualdad salarial ya que el delicado balance entre un ingreso digno y las responsabilidades familiares solo es posible cuando las mujeres en edad laboral puedan elegir cuándo y dónde trabajar.
Como vicepresidenta de operaciones comunitarias de Instawork, he visto de primera mano como la posibilidad de decidir dónde y cuándo trabajar, es un factor decisivo para toda mujer y en muchos casos puede marcar el futuro de sus hijos. Las cifras de Instawork lo comprueban: de los más de millón y medio de trabajadores registrados en nuestra plataforma, más de la mitad son mujeres y la brecha salarial es inexistente.
Con frecuencia, escucho a muchas mujeres latinas expresar sus dudas sobre las opciones de trabajo flexible. La seguridad en el trabajo y la privacidad en la información que ellas comparten son los temores más comunes. La realidad es que la tecnología nos ha permitido crear una comunidad en la que las mujeres logran apoyarse unas a otras, generando confianza y seguridad. Por ejemplo, en muchos casos las trabajadoras se ponen de acuerdo para trasladarse juntas a sus turnos, o incluso para intercambiar horarios de ser necesario, generando así aún más flexibilidad y sentimiento de comunidad.
Si bien la pandemia cambió para siempre las condiciones laborales en el mundo, todavía queda mucho por hacer en lo que a la igualdad salarial se refiere. Como sociedad, no podemos ni debemos aceptar que el mismo trabajo sea remunerado inferiormente cuando quien lo desempeña es una mujer. La adopción de nuevas tecnologías que aportan flexibilidad y transparencia es el primer paso en la dirección correcta. En un mundo globalizado, no nos podemos permitir dejar a las mujeres atrás, por lo que hoy más que nunca es importante que sigamos luchando por la apertura de oportunidades y la transparencia salarial.