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Las muertes que alteran el sueño del Presidente de EU

Por Alicia Alarcón

Angie Valeria insiste en que su mamá le ponga la diadema rosada que tiene una flor con un pistilo blanco en el centro.  Los pétalos le cubren casi toda la frente y uno de ellos le tapa parte de la ceja izquierda. Su papá se le acerca por detrás, la levanta, la abraza y la sienta sobre sus piernas. Mira al frente, inclina su cabeza y siente la cabellera alborotada de su hija que en 4 semanas cumplirá dos años. Su mamá  le da un bocadillo a Valeria. Ella toma ese bocadillo y lo parte en dos, se lleva un pedazo a la boca, de pronto, deja de masticar y aprieta los labios, sonríe. Sabe que debe sonreír cada vez que su mamá o alguien más le van a tomar una fotografía. Además de sus diminutos labios, también sus ojos sonríen a la cámara. Es una niña feliz, su papá la protege y su mamá la atiende.

Valeria hace todas las actividades propias de una niña de su edad: corre, se esconde, grita y brinca de emoción cuando divisa a un perro o gato callejero que se acerca a la puerta de su humilde vivienda. Quiere salir a buscarlo, pero sus padres la detienen, le acarician su pelo, la llenan de besos y los dos se prometen sacarla de ese entorno de pobreza y desolación que persiste en La Bermeja, comunidad de El Salvador. Valeria debe llevar una vida mejor de la que aquí le espera. Concluyen. Oscar Martínez y Tania Avalos sellan su compromiso de dejar ese pueblo de miseria y empezar una nueva vida como refugiados en el país que lo tiene todo.  Otros lo han hecho, por qué no ellos?. Todo está en pisar suelo estadounidense y solicitar asilo. Fijan la fecha para emprender el largo camino que terminará en tragedia.

Cruzar el Valle del Río Grande era lo único que les faltaba, tarea menor comparada con lo que tuvieron que pasar durante días en su travesía por México  hasta llegar a Matamoros, Tamaulipas, uno de los estados más violentos de la República Mexicana. 

Nadie les advirtió que el Río Grande es traicionero,  que en su intento de cruzarlo muchos perecen ahogados enredados en hierbas que como serpientes se abrazan a sus piernas obligándolos a caer en el fango sin posibilidad de levantarse.

En la madrugada, antes de cruzar el Río, Tania vistió a su hija con un overol rojo,  descubierta la espalda, la calzó con unos zapatos negros y los calcetines del mismo color. Los envoltorios de ropa y otras pertenencias de la pareja quedaron atrás. Para qué llevar algo al país de la abundancia. 

En poco tiempo, la pareja confiaba en que encontraría un trabajo y empezaría una nueva vida. Muchas habían sido las historias de vecinos que ya tenían trabajo en Chicago, Los Angeles, y en Texas. Vivían en departamentos con alfombra y tenían todos los servicios dentro de la vivienda y todavía les alcanzaba para mandar dinero a sus parientes.  ¨Todo es echarle ganas¨. Ganas es lo que más le sobraba a la pareja, según los vecinos.

El cauce del Valle del Río Grande se asoma tranquilo. A manera de precaución, Oscar se quita la camiseta café que lleva puesta y se la vuelve a poner, la cabeza de la niña sale del mismo cuello. La lleva sujeta su costado.  Valeria se abraza con fuerza al cuello de su padre. Oscar empieza a caminar seguro de que atravesará el río sin ningún problema. Tania los sigue a corta distancia.  

¿En qué momento la corriente se los llevó? Tal vez Oscar tropezó con los tentáculos de las ramas asesinas que lo jalaron al fondo junto con su pequeña hija y le impidieron incorporarse. ¿Cuántos minutos pasaron en los que él trató de manera desesperada incorporarse y salvar a Valeria? El río no les dio tregua, los arrojó inertes a una de sus orillas del lado mexicano. Una foto capta a Oscar de 25 años y su hija de 18 meses, los dos boca abajo, sus caras sobre el fango. La niña sin vida con su  overol rojo, los brazos diminutos abrazando el cuello de su padre.

La fotografía de la tragedia apareció en muchos periódicos, pero no en los suficientes para cambiar la opinión del Presidente de Estados Unidos que afirma. ¨Si no quieren que les pase eso, que no vengan.¨  

Los Angeles Times, uno de los periódicos más influyentes del país, saca la noticia en interiores. Muy diferente, al despliegue que le dio a otra tragedia similar: La muerte de un niño rubio migrante de dos años que apareció ahogado en una playa  europea. La foto del niño apareció en la primera página del rotativo con una nota muy extensa a ocho columnas. Otros periódicos en inglés también la sacaron en primera plana, no fue así en el caso de Valeria y su papá. 

La tragedia sucedió el pasado 23 de junio. Nada ha cambiado desde entonces. El gobierno federal sigue con la misma política de rechazo a los migrantes centroamericanos y con amenazas de regresar al alza de aranceles contra México si éste no detiene el flujo de centroamericanos en su frontera sur.

Más de un mes ha transcurrido, la atención de los medios está en otros asuntos que nada tienen que ver con las muertes diarias de los migrantes, pocos recuerdan ya el nombre del padre que se ahogó junto con su niña al cruzar el Río Grande. 

Mientras tanto, en la Casa Blanca el Presidente no logra conciliar el sueño. Camina por los pasillos y pasa muchas horas frente al televisor. El Mandatario del pelo color naranja no puede dormir, son muchas las imágenes que se le vienen a la cabeza. Una de ellas debe ser  la de Valeria, su cara hundida en el fango, sus brazos diminutos, sin vida, sobre la espalda de su papá. Tania Avalos, esposa de Oscar, mamá de Valeria fue la única sobreviviente.

  Nota del autor: Tania no dio declaraciones a medios de comunicación sobre los detalles de la tragedia. Lo que acabas de leer es un relato de lo que creo que pasó. Los detalles son producto de mi imaginación. Me basé en las fotos que aparecieron en los periódicos. Me quedo con muchas preguntas, no encontré en todo lo que se publicó, ninguna respuesta. ¿Cruzaron solos el Río? ¿No hubo nadie que los hubiera podido ayudar de cualquier lado de la Frontera? ¿Tenían familiares en Estados Unidos? ¿Quién los animó a cruzar?  ¿Va a recibir la viuda algún apoyo por parte del gobierno de El Salvador? Lo que sí puedo afirmar, y no es producto de mi imaginación, es el hecho de que el Presidente de Estados Unidos sufre de insomnio severo. Es del dominio público que deambula por los pasillos de la Casa Blanca. Quiero pensar que son las muertes de inocentes en la frontera provocadas por sus acciones lo que le impiden el sueño. Estas muertes no se dieran si el proceso de asilo fuera el mismo de antes en el que los centroamericanos podían solicitarlo en cualquier punto de entrada.

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