Por Teresa Huizar*/ ARTICULO DE OPINION
La recién estrenada serie de Netflix sobre los hermanos Menéndez reavivó el debate sobre si un padre pasaría por alto el abuso de su hijo a manos de su cónyuge.
La triste verdad es que este tipo de casos no son ni mucho menos únicos, ni siquiera infrecuentes.
Un padre que se enfrenta a la conducta abusiva de su pareja, un familiar o un amigo debe afrontar lo impensable: el daño a su hijo y la peor traición posible cometida por alguien a quien tal vez consideraba su compañero de vida, su media naranja o su mejor amigo. Los padres deben saber que los sentimientos iniciales de confusión, o incluso de incredulidad, no son inusuales.
Pero los padres también deben saber que las decisiones tomadas inmediatamente después de una revelación de este tipo tendrán un impacto de por vida. Las tasas de depresión, TEPT, abuso de sustancias y suicidio son significativamente más altas entre las víctimas de agresiones sexuales a menores. El trauma de un niño se agrava si un adulto de confianza niega o minimiza el abuso.
Para proteger a su hijo, los padres no necesitan creer inmediatamente cada palabra que dicen. Pero tienen que denunciar el abuso, separar a su hijo del agresor y suspender su propia incredulidad en el curso de una investigación.
A menudo, esas acciones dan a los padres el tiempo que necesitan para procesar la realidad de lo ocurrido. Pero hay otros escollos que pueden impedir que un padre apoye a su hijo. Es importante que todos los padres y defensores del menor sean conscientes de estas barreras y trabajen para superarlas.
Si el delincuente es el principal sostén de la familia, el progenitor no delincuente puede sentir pánico por la vivienda y la estabilidad económica. Esto es especialmente cierto en circunstancias en las que el progenitor carece de un sistema de apoyo sólido. ¿Puede contar con amigos o familiares? ¿O depende del agresor de su hijo?
A menudo surge la preocupación por la imagen pública. Un progenitor no agresor puede preocuparse ante la perspectiva de perder sus círculos sociales y profesionales.
Sufrir abusos sexuales infantiles es un trauma devastador. Y aunque un padre experimenta su propia forma de trauma psicológico al enterarse de que su hijo ha sido víctima de abusos, la obligación de proteger a su hijo debe ser siempre lo primero. La buena noticia es que hay ayuda disponible para las familias que atraviesan este momento atroz.
Los expertos que trabajan en los centros de defensa del menor de todo el país desempeñan un papel fundamental para garantizar que los niños maltratados y sus cuidadores reciban el apoyo que necesitan. Los profesionales de estos centros ofrecen terapia, atención médica y coordinación con la policía, pero también asesoramiento sobre cómo expulsar al agresor del hogar y cómo contar lo sucedido a familiares, amigos o profesores.
Según los CDC, se calcula que una de cada cuatro niñas y uno de cada 20 niños sufren abusos sexuales infantiles. Se cree que su prevalencia es mayor porque los niños suelen esperar años para denunciar los abusos. Alrededor del 30% de las víctimas han sufrido abusos sexuales por parte de un familiar, mientras que aproximadamente el 90% conoce a su agresor de algún modo. Los padres de todo el mundo deberían tomar nota, escuchar y aprender.
La revelación de un abuso por parte de un niño es impactante, perturbadora y cambia la vida. Pero apoyar a su hijo desde el principio es siempre lo correcto.
*Teresa Huizar es consejera delegada de la National Children’s Alliance (NCA), con sede en Washington D.C., la red nacional de casi 1.000 centros de defensa de los niños, que ofrece justicia y curación a través de servicios a los niños víctimas de abusos y a sus familias.