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El gobernador Newsom toma posesión de su segundo mandato

  • Celebra los valores y la diversidad de California

SACRAMENTO – En el segundo aniversario del ataque al Capitolio de nuestra nación, el Gobernador Gavin Newsom fue investido hoy para un segundo mandato junto a los californianos en una celebración de la libertad y la democracia. 

El Gobernador pronunció su discurso inaugural con el histórico Capitolio del Estado a sus espaldas, elevando el trabajo de California para proteger y promover los derechos y libertades fundamentales que están siendo atacados en todo el país en medio del aumento del extremismo y la opresión, y subrayando el compromiso del estado para seguir liderando el camino hacia la prosperidad y el progreso para todos. 

El tiempo ha hecho su truco habitual conmigo.

Dice que han pasado cuatro años desde que estuve a la sombra de este Capitolio y pronuncié mi primer discurso inaugural.

Cuatro años, desastres y plagas, hacen que el reloj se mueva de formas extrañas.

Parecen a la vez un relámpago y una eternidad. 

En las horas más largas de mi primer mandato, tratando de trazar un rumbo entre pandemias, incendios forestales, tiroteos masivos y disturbios sociales… me encontré mirando hacia atrás, tanto como hacia delante.

Recordé los últimos años de la década de 1970, cuando tenía 10 u 11 años, hijo de divorciados y disléxicos, intentando orientarme.

Era un niño que iba y venía por el puente Golden Gate, entre las dos vidas tan diferentes de mi madre y mi padre.

No sabía leer y buscaba cualquier forma de librarme de las clases. Fingía dolores de estómago y mareos. Mordía el termómetro en la enfermería intentando que la temperatura subiera más allá de 100.

Mi madre, ocupada haciendo malabarismos con tres trabajos, no tenía paciencia para un absentista.

Mi padre, el juez, culpable porque nos había abandonado, tenía un tacto más fácil.

Recuerdo una vez, a mitad de curso, que me recogió en su Volkswagen bug y me llevó al barrio chino de San Francisco.

A primera vista, era una misión para comer.

Pero entonces no comprendí que también era Su misión, darme un trozo de San Francisco, de nuestro lugar y de la historia de California.

Cruzamos una de las muchas demarcaciones de la ciudad, y de repente habíamos entrado en otro reino.

A través de la puerta en la intersección de Bush y Grant, mis ojos y mi nariz lo absorbieron todo.

Escaparates en forma de pagoda. Farolillos rojos colgando. Estatuas gigantes de Buda en los escaparates. Pato asado. Galletas recién horneadas.

Mi padre no se conformaba con mostrarme lo desconocido. Quería que viera más allá de la fachada, a la gente misma.

Los humildes empresarios y padres inmigrantes, construyendo una vida mejor para sus hijos. Al viaje que les había llevado a enriquecer nuestra ciudad… y nuestro estado.

Era la misma California que atrajo a mis tatarabuelos del condado irlandés de Cork para empezar una nueva vida durante los primeros años de la creación del estado de California.

William Newsom, el primero, se hizo policía en San Francisco. Y los Newsom empezaron a echar raíces como irlandeses de clase trabajadora, en una tierra donde todo era posible.

El viaje de policía a político duró 150 años.

Mi esposa Jennifer, es la segunda de su familia en nacer en el Estado Dorado.

Mis hijos -Montana, Hunter, Brooklyn y Dutch- son ahora californianos de quinta generación.

Y todos los que están hoy aquí. No hay dos historias de origen californiano iguales, pero compartimos aspiraciones y ambiciones.

Estos lazos nos unen, a veces sin saberlo, al pasado de nuestro estado… y entre nosotros.

Recuerdo los calurosos días de verano con mi padre, bajando en balsa por tramos salvajes del río American. Esas frías aguas fueron las mismas en las que James Marshall encontró pepitas de oro que venderían al mundo el Sueño de California y alterarían el curso de la historia de Estados Unidos.

Pero soy consciente de que esa historia tiene otra cara, no la del cuento de hadas.

Al fin y al cabo, la creación del estado de California también se selló con un brutal genocidio contra los nativos.

Conciliar esa complejidad siempre ha guiado mi propia comprensión de mí mismo y del estado que amo profundamente.

Los vergonzosos capítulos de nuestra historia no disminuyen mi amor por mi Estado natal. Lo hacen más complicado, sí, más profundo, más rico, y sirven como recordatorio de que siempre podemos ser mejores.

La California que atrajo a mis antepasados hace 170 años tenía una población de 93.000 habitantes. Hoy somos casi 40 millones, cada uno con su propia historia californiana.

Oigo los ecos de la historia de mi propia familia en quienes siguen viniendo a California a perseguir sus sueños, atraídos por el mito y la magia de este lugar.

Oigo los ecos en las historias de los emigrantes que cruzan nuestra frontera sur buscando algo mejor.

En las personas que vienen de todos los continentes del planeta para huir de la persecución política, o de otros estados para formarse en nuestras universidades de categoría mundial, para crear empresas que mantengan a sus familias o para cambiar el mundo.

Tanto si tu familia vino aquí por trabajo, como por seguridad, California ofrecía libertad para acceder a ella, no supeditada a que tuvieras un determinado aspecto, hablaras de una determinada manera, pensaras de una determinada manera.

Y eso es lo que hace especial a California: está en nuestros genes. Somos un estado de soñadores y emprendedores. Unidos por nuestra libertad personal de vivir y dejar vivir.

California y el futuro

En el futuro, California seguirá liderando en voz alta, impulsando un programa de libertad de gran alcance.

Una respuesta contundente a los demagogos de la división, decididos a retroceder y oprimir.

Libertad para que los profesores enseñen, sin pruebas de fuego sobre su partido político o la persona a la que aman.

Libertad de acceso a la sanidad para todos los californianos, independientemente de su estatus migratorio.

Libertad de las garras de Big Pharma, compitiendo frontalmente fabricando nuestros propios medicamentos que salvan vidas.

Libertad para votar sin intimidaciones, con resultados decididos por el pueblo, no por los políticos.

Las líneas de batalla están trazadas. Y sí, una vez más, es hora de elegir.

No olvidemos que las políticas que empezaron aquí y que antes no se consideraban más que posibilidades románticas se han convertido ahora en algo común en los otros 49 estados.

California “ilumina el territorio para el resto”.

La toma de protesta del gobernador Newsom/Fotos: Oficina de prensa del gobernador de California.

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