Por Alicia Alarcón
A base de tanto escucharlo se convenció de que el Presidente Donald Trump tenía razón: “Es una invasión”, “Son criminales y violadores”. “¿Qué podemos hacer para que ya no vengan?”, “Matémoslos! Grita la multitud que lo vitorea.
El Presidente sonríe. Los asistentes toman ese gesto como una aprobación. No es la primera vez que Trump habla del peligro que para Estados Unidos representa la llegada de “los invasores mexicanos”. Y lo que es peor, una y otra vez ha asegurado que “the mexicans” acabarán con la herencia anglosajona y europea que durante décadas distinguió a Estados Unidos. “Algo tenemos que hacer para impedirlo”.
Patrick Cursius sintió que esas palabras iban dirigidas a él, consideraba al Presidente su ídolo, el único dispuesto a rescatar al país y a su estado de Texas de la influencia “invasora”. Ya tenía el arma, sólo esperaba una señal del lugar donde realizaría el acto mortal en el que su objetivo sería aniquilar el mayor número de mexicanos. Así lo expresó al entregarse a las autoridades.
Fue el Presidente quien le dio, sin darse cuenta, el mapa y el lugar para realizar su plan terrorista. En el discurso que dio el Mandatario en el Coliseo del Paso, Texas, hace unas semanas, le recordó a sus seguidores que a menos de 5 kilómetros, se encontraba la frontera con México. Por ahí cruzan “los invasores que en pocos años se convertirán en nuevos votantes y se afiliarán al partido demócrata”. La sola idea de que Texas dejara de ser un estado republicano para pasar a la columna demócrata le arrebató la calma y apresuró su plan. El Presidente tenía razón, “hay que darles un incentivo para que se vayan y no quieran venir”. Una masacre espectacular fue en su mente el mejor incentivo para que los mexicanos tuvieran miedo y se regresaran a sus lugares de México y los que pensaban entrar, al saber que eran blancos de los “patriotas blancos” la iban a pensar dos veces.
El pasado sábado 4 de agosto se levantó temprano, revisó el rifle semiautomático que había comprado para su misión fatídica; se aseguró llevar suficiente parque. Manejó 9 horas desde su casa en Allen, Texas, a El Paso Texas. En el trayecto revisó en su mente el escrito de 4 páginas que había dejado en un sitio de internet donde explicaba del por qué de su decisión de causar el mayor número de víctimas entre “los enemigos e invasores de su país” a quienes catalogaba como “un peligro para su patria”. “I am simply defending my country from cultural and ethnic replacement brought on by an invasión”. ¿Dónde escuchó esto el agresor? Ah sí, lo tomó de uno de los discursos del Presidente. “This attack is a response to the Hispanic Invasion of Texas”. ¿Quién ha hablado una y otra vez de invasión étnica? Mmmmm. Déjenme hacer memoria. Ah sí, el que ocupa la Casa Blanca.
Armado con un rifle de asalto y convencido de que el Presidente tenía la razón se estacionó en el Cielo Vista Mall, a sólo unos pasos del lugar elegido para su plan mortal. Una tienda Walmart con ofertas de “Regreso a la escuela”. Un espacio que sabía era frecuentado por mexicanos de los dos lados de la frontera. Entró sin que nadie notara su vestimenta de soldado y el rifle semiautomático que llevaba en las manos.
Las mochilas, los paquetes de lápices, los cuadernos, todo descansaba sobre mesas largas acomodadas en el centro de la tienda. Un día de compras como otro cualquiera. Los letreros señalaban los precios de oferta en toda la mercancía. Ajeno a la tragedia que le esperaba, Jordan, de 24 años, empujaba la canastilla con los útiles escolares que llevaban para sus dos hijos que lo esperaban en casa. Su esposa André, de 23 años, lo seguía a unos pasos con el más pequeño en brazos, un bebé de cuatro meses. No alcanzaron a llegar a la caja, un joven de raza blanca disparaba su rifle en todas direcciones. Apuntaba a hombres, mujeres y niños. André se tiró al suelo tratando de proteger con su cuerpo a su bebé. Una bala mortal le perforó el pecho; Jordan trató de hacer lo mismo. Proteger a su hijo y su esposa con su cuerpo de las balas del agresor, una descarga a corta distancia lo dejó sin vida. La pareja murió al instante. Mamá y papá quedaron inertes sobre el cuerpecito del bebé quien sobrevivió al acto terrorista, con la pequeña nariz fracturada. (continuará en el próximo número.)