Jun 14, 2023
En toda América Latina, los escritores que antes recurrían al realismo mágico para plasmar las realidades de la región se decantan cada vez más por la ciencia ficción y la fantasía.
Para los países del Norte Global, el término policrisis se ha convertido en una especie de nube oscura que oscurece el horizonte. El concepto es cada vez más el material de fantasías distópicas sobre un futuro en llamas por la convergencia de múltiples desafíos globales y existenciales.
En América Latina, la policrisis ha definido gran parte de su historia, y donde antes los escritores recurrían al realismo mágico, muchos recurren cada vez más a la ciencia ficción para describir esa realidad.
La literatura especulativa, fantástica o de la imaginación (en otras latitudes llamada ciencia ficción), tiene una serie de representantes jóvenes en toda América Latina que escriben para explorar, desde un punto de vista diferente, las realidades más crudas y difíciles de un continente acostumbrado a las crisis, la pobreza y la corrupción.
“Un error que se comete muy comúnmente es confundir lo que estamos haciendo en América Latina en cuanto a literatura no mimética con realismo mágico”, explica, no sin una carga de irritación, la escritora y editora mexicana Libia Brenda. “Muchos en el Norte piensan que si no es la ciencia ficción que ellos conocen, entonces debe ser realismo mágico”.
Lo que escritores como Alberto Quimal y Gabriela Damián Miravete (Mexico), Fernanda Trias y Mariana Enriquez (Argentina), Ignatio de Loyola Brandao (Brasil) o Liliana Colanzi y Edmundo Paz Soldan (Bolivia) están haciendo como literatura hoy en día, no tiene gran cosa que ver con lo que hacía Gabriel García Márquez, el máximo exponente del realismo mágico latinoamericano.
Escritores como García Márquez, cuya novela más emblemática, Cien Años de Soledad, transcurre en el pueblo ficticio de Macondo, siempre dijeron que su literatura estaba imbuida en su realidad, vidas, historias, pasado, con el elemento mágico y extraordinario que no se explica ni se comenta, sólo existe en forma natural. En cambio, el boom actual de la literatura latinoamericana ahonda en temas tan variados como el terror y el ecologismo, la tecnología, la distopía y la fantasía.
Según algunos observadores, estas nuevas obras se centran menos en reconciliar el pasado que en dar sentido a un futuro tenso e incierto.
Libia Brenda, escritora, editora y traductora, residente en Ciudad de México; Climate Imagination Fellow, Center for Science and the Imagination, Arizona State University, habla del futuro imaginado por los autores mexicanos de ciencia ficción.
“La región está encontrando en su literatura, los futuros que sus políticos son incapaces de imaginar”, señala en el New York times en un ensayo el escritor Jorge Carrión. El título del ensayo es “La Literatura Latinoamericana da un Giro hacia el Futuro”.
En otras palabras, dice Brenda, “aquí hacemos nuestra propia cosa”.
Una “literatura fantástica de otro orden”
Esa literatura especulativa, también conocida en otros ámbitos como “ciencia ficción” (aunque este término lo utilizan más en el mundo anglo que el hispano, al menos para definir lo que se hace localmente), también es bastante diferente a lo que se hace en el mundo anglo.
“Las nuevas mitologías, que los lectores sin duda necesitan, son construidas por los escritores mediante la hibridación …las cosmovisiones indígenas con las maestras del feminismo, de la tecnología con el humor, del ensayo con la ciencia ficción”, continúa el ensayo de Carrión.
“Un rasgo distintivo de la ciencia ficción latinoamericana es la combinación de elementos que vivimos y por tanto escribimos con mucha naturalidad”, explica Brenda.
“Algo que se hace mucho es mezclar la fantasía con la ciencia ficción y la fantasía no entendida como en el marco de unicornios o dragones, sino una literatura fantástica de otro orden”, agrega.
Como ejemplo en el contexto mexicano está el cuento de Gabriela Damián Miravete, “Soñarán en el jardín”, que puede leerse en las páginas de la revista online latinamericanliteraturetoday.org.
En el mencionado jardín viven las siluetas nacaradas (el “memorial holográfico”) de mujeres y niñas asesinadas y desaparecidas en México, en un pasado que, para el momento del cuento, ya ha sido superado.
En un país donde cada día mueren o desaparecen un mínimo de diez mujeres y niñas, debido a la violencia de género y la violencia doméstica (cifras oficiales más bien conservadoras), el cuento de Damián Miravete imagina un futuro en el que las mujeres se organizan y detienen los asesinatos.
Úrsula K. Heise, profesora del Departamento de Inglés de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), señala que, en América Latina, “lo que ha llamado la atención ha sido la atención prestada a los escenarios sociales más que a la ciencia y la tecnología” en la llamada ciencia ficción o ficción “especulativa”, que es como muchos prefieren llamar a este tipo de narrativa.
Interpretación de Inteligencia Artificial del jardín holográfico de la obra “Soñarán en el jardín”, de la escritora mexicana Gabriela Damián Miravete.
“Si piensas en gente como Ignatio de Loyola Brandao en Brasil, la ciencia ficción se convierte en una forma de articular la crítica política, ¿no?”, explica Heise. “Su gran novela de 1981, Nao Verais Pais Nenhum, es sobre un Sao Paulo un tanto futurista, donde todo el Amazonas se ha deforestado. Hace un calor increíble, y todo ello es una metáfora de la dictadura militar de la época.”
Heise también hace referencia al boliviano Edmundo Paz Soldán quien “ha pensado en mucha ciencia ficción que surge en el contexto de tener que escribir sobre formas opresivas de gobierno en condiciones de censura”.
Paz Soldán ha escrito sobre lo que aparentemente es una sociedad futura o una sociedad en otro planeta, pero en realidad es una crítica velada a las condiciones de su propio país en el momento presente.
El argentino Pedro Mairal escribió, en 2005, una novela que se ha convertido en culto, “El Año del Desierto” en el que una fuerza llamada intemperie ataca la ciudad de Buenos Aires, “donde reina el caos, se pudren los alimentos, brotan las epidemias y las mujeres ven recortados sus derechos”.
“Es difícil saber exactamente a qué se refiere”, explica Heise. “Pero la interpretación más plausible es la de que se refiere al colapso de la economía argentina de 2001 y quizá una forma indirecta de lidiar con el pasado dictatorial y el colonialismo europeo”.
En busca de respuestas
La escritora argentina Mariana Enríquez, conocida como “la reina del realismo gótico” y galardonada con múltiples premios en español e inglés, lo explicaba así durante una entrevista con El Economista de México:
“Lo que está pasando en la región, y es un problema para muchos escritores de terror, es que el volumen ya es muy alto. Estamos viviendo un horror bastante difícil de explicar desde el realismo. Me parece que la ficción, y sobre todo la ficción de terror, ayuda a obtener respuestas”, dice.
Los futuros distópicos presentes en gran parte de la ciencia ficción anglosajona reflejan las crecientes ansiedades con las que muchos latinoamericanos han lidiado durante mucho tiempo, afirma Heise.
“La gente del Tercer Mundo, del mundo en desarrollo, del Sur Global, por decirlo así, experimenta ya los problemas del despilfarro generalizado, del cambio climático, de la pobreza, del hambre, de la desertificación, de una manera que el Norte Global está empezando a experimentar, pero no todavía…”, señala Heise.
Y es allí, en esa literatura nacida de un presente complicado, un futuro incierto, y una tradición de fantasía e imaginación que se remonta a las tradiciones indígenas y a las influencias coloniales e imperialistas, es en el que quizá se puedan sentir algunos ecos de otras tradiciones literarias como el realismo mágico y la inevitable extinción de Macondo.
Este reportaje forma parte de una serie especial que explora cómo las sociedades globales y las comunidades de la diáspora en EE.UU. se enfrentan a la “policrisis”, un término cada vez más utilizado para describir la confluencia de crisis globales actuales y emergentes. Ha sido financiado con una subvención de los Omega Resilience Awards.