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Un sueño americano compartido| El del empresario Gregorio Santiago de Real de Oaxaca

Los Ángeles, Cal.- La historia de Gregorio Santiago se remonta a sus orígenes zapotecas, a las enseñanzas de su abuela y de sus padres por el amor a su cultura y tradiciones. 

Nacido y criado en sus primeros años en la llamada cuna del mezcal, como se le conoce a Santiago Matatlán, el exitoso empresario oaxaqueño zapoteca dijo tajante que su historia es simple, casual, y que no tienen nada de diferente a otras historias de éxito de mexicanos y oaxaqueños que han logrado el éxito fuera de su lugar de origen.

Sus raíces ancestrales son su fortaleza; le viene de familia, sus padres lograron un éxito empresarial en la rama del mezcal a base de esfuerzo y movilidad en su propia tierra oaxaqueña. 

En entrevista con Impulso el empresario dice, “yo vivía en Matatlán, Oaxaca, con mi abuelita Manuela, hasta la edad de 5 años. Yo no sabía español cuando emigre de Matatlán a Nochixtlán (la mixteca) donde vivían mis papás. Lo único que hablábamos era zapoteco. 

La razón por la que me quedé con mi abuelita fue porque mis papás estaban en busca de otras oportunidades fuera de Matatlán, entonces me acostumbre a tomar el cafecito, la tlayuda en el cafecito, porque no había pan y porque no había para carne. 

Al jugar no lo hacíamos con juguetes sino con los animalitos que teníamos, jugábamos a ser fabricantes, a cortar la piña del maguey, a darle vueltas a donde se cuece el maguey.

La fábrica de mezcal que tenían mis papás, era nuestro patio trasero, jugábamos con animales, correteábamos a los caballos, sin saber que era un trabajo. Nos decían ¨oyes puedes darle de comer a los caballos, nosotros gustosamente íbamos. La historia es que no era trabajo, lo veíamos como diversión”, asegura Gregorio de su niñez.

Su mamá decidió un día que su hijo emigrara a Nochixtlán. Tenía solo 5 años y su principal lengua no era el español sino el zapoteco. 

Recuerda que al crecer con su abuela, él no reconocía a su madre cuando la vio de nuevo y pedía a su abuela porque la consideraba como a su madre.  

“Yo la extrañaba y les decía, ‘yo quiero a mi mamá’, que era mi abuelita. Entonces decidieron traer a mi abuelita a Nochixtlán porque era la única que me entendía hablando zapoteco. Mi papá y mi mamá lo hablaban, pero por su trabajo nunca estaban en la casa”.

Entrar a la escuela fue un problema porque el pequeño no sabía español, así que con una empleada de su mamá y con la compañía de su abuelita tenía que asistir a clases para que lo ayudaran en la interpretación, eso fue por tres 3 años consecutivos.

“El español se me hizo tan difícil porque estaba acostumbrado al zapoteco. Yo no estaba acostumbrado a hablar en español, en ese entonces, cuando tuve la edad de 8 y 9 años fue cuando más o menos hablaba español”, confiesa.

Pero no hablar español le trajo burlas de sus compañeros y su abuelita era quien espantaba a los niños con su bastón.

“De niño no sabía que era bullying o burla, yo pensaba que era parte de un juego. Yo no conocía la vergüenza. Yo pensaba que era el más avanzado porque hablaba y me comportaba diferente a los otros niños. Luego aprendí el español y hasta la fecha lo sigo aprendiendo”, asegura modestamente.

El empresario comentó que el español lo hablaba en la escuela y el zapoteco en casa. “Entrando a la puerta de la casa era zapoteco, nada de español, porque mi abuelita no sabía nada de español, entonces cuando terminé la preparatoria decidí irme a la ciudad de México a estudiar la carrera en finanzas, fue cuando mi abuelita se puso triste y yo me puse triste porque iba dejar lo que siempre quise: la familia”.

Sin embargo, estando en la Universidad, Gregorio cada fin de semana regresaba a su casa y la primera en recibirlo era su abuelita quien en zapoteco le decía, ‘eres tú hijo’ para recibirlo con un gran abrazo y con un café con tlayuda remojada.

“A mí me encantaba el recibimiento y la cultura de nosotros. De pronto mi abuelita se enfermó, se fue a Matatlán con su hijo.  Yo tuve que seguir mi camino y cuando  termine la Universidad en Licenciatura en Finanzas, mis papás me dieron la oportunidad de venir a Estados Unidos a estudiar en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), primero el postgrado y luego la maestría.

Yo no quería venir a este país a estudiar, yo quería quedarme a trabajar en la fábrica de mezcal, que era mi pasión.

Cuando yo iba a la Universidad muchos estaban buscando un puesto donde trabajar, yo lo que buscaba era cómo hacer grande el negocio de mis papás y de mi familia. El cómo y dónde vender mezcal y andaba buscando contactos sin saber cuál era el concepto de un negocio.

Estando en la UCLA, Gregorio reconoció y vio la necesidad de sus connacionales migrantes de venir a este país y de encontrar aquí mismo su cultura y su comida. Lo comprendió mejor cuando su grupo de amigos de la escuela, de diversos países de origen, lo invitaron a probar su propia comida tradicional.

“Los compañeros de la Universidad eran de diferentes partes del mundo. Uno de ellos nos invitó a comer y nos decía, ‘quiero que pruebes nuestra comida china’. Así fue, fuimos a comer comida china y conocimos más del chow mein y todo lo que ellos tienen. Otro amigo de Europa dijo quiero que prueben esto, otro de Brasil –quiero que comamos esto- y dije, si estas personas su mejor fuerza para que conozcamos su cultura es por medio de la comida, yo quiero hacer esto y empecé a vender mis productos oaxaqueños.

Iba a México conseguir los productos, me los traía a Estados Unidos y empecé a vender de puerta en puerta lo que es el mole, el quesillo, chocolate, mezcal, las tlayudas, las carnes, todo, porque quería saber si en realidad era eso lo que les atraía a las personas migrantes en este país.

Y cuál fue mi sorpresa que todo lo que traía todo se me acaba. La gente quería más tlayudas, más mezcal, más pan, más chapulines. No importando el precio que dabas, para ellos no era el precio a lo que se lo vendía, sino la autenticidad de lo que estaba recibiendo.

Se me dio la oportunidad que apareció un familiar mío que me introdujo al mundo restaurantero y tomé la oportunidad y el riesgo de tener mi propio restaurante en Estados Unidos (Real de Oaxaca) pero la finalidad del porqué quería tenerlo es porque yo quería llevarles la comida.  

A través de la comida compartir nuestra cultura, la autenticidad. Como oaxaqueños acordarse de México, de Oaxaca, y que aunque me comiera una tlayuda hecha en Estados Unidos no estaba comiendo un quesillo o una tortilla tlayuda hecha en Estados Unidos sino todo auténtico oaxaqueño y eso fue la finalidad mía, dar a conocer nuestros productos oaxaqueños; que la gente estuviera comiendo la autenticidad que nosotros quisimos”.

De ahí dijo que se deriva la marca Real de Oaxaca, bajo el concepto que son 100% oaxaqueños y artesanales en cada uno de sus productos.

Actualmente Real De Oaxaca tiene 9 marcas entre las que destacan el mezcal, mole, tlayudas, café y chapulines.

“Real de Oaxaca se distingue por su originalidad y su autenticidad. Es 100% Oaxaqueño y 100% zapoteca. 100% de una persona que aprendió el español entre los 5 y 11 años, que conoce el verdadero sabor oaxaqueño, por eso el nombre de Real de Oaxaca, que significa original de Oaxaca”, sostuvo.

Real de Oaxaca emplea a 42 personas en el restaurante y da empleo da empleo indirecto a alrededor de 200 personas tanto en Estados Unidos como en México. 

Sobre el futuro dice, “éste es mi futuro. Es lo que quiero, apoyar a nuestra gente. Ayudar a promover. Este es mi sueño americano y compartirlo”.

Gregorio invitó a la comunidad oaxaqueña y en general a degustar de la real comida oaxaqueña, pero no solo de ella, sino todo lo que implica lo que es Real de Oaxaca. “No solo es la comida, sino la cultura, desde los directivos que somos nosotros hasta los empleados. Y dijo que si alguien sabe zapoteco, también puede recibir el servicio en esa lengua, lo que hará de su visita a Real de Oaxaca una experiencia única. “Sin necesidad de ir a México, aquí hay otro Oaxaca”, manifestó. 

El empresario Gregorio Santiago en El Restaurante Real de Oaxaca en Lynwood, California.
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