Editorial de Impulso
Con la salud no se juega. Mucho menos en el caso de los pacientes con enfermedades de riñones cuya vida depende de su asistencia a las clínicas de diálisis. Estos enfermos necesitan una atención compleja. Lo último que necesitan es estar en medio de una disputa laboral que sólo crea incertidumbre.
Por eso creemos que hay que rechazar la Proposición 23. La iniciativa es el resultado de la persistencia de un sindicato que es ignorado por la industria y que busca impactar de tal manera que tenga que ser reconocida. Hace dos años el 60% de los votantes rechazó la Proposición 8 que golpeaba el modelo económico.
Hoy vuelve a la carga con una propuesta menos ambiciosa aunque con la misma intención. En 2018 nos opusimos a ella y hoy volvemos a hacerlo.
Esta proposición es un abuso del sistema de iniciativas electorales. Primero por la insistencia que en sí mismo es el desconocimiento de una voluntad electoral expresada hace solo dos años. En segundo lugar, porque este no es un tema que deba ocupar la atención de todo los californianos.
Las relaciones laborales entre un sindicato y la patronal se mantienen en una mesa de negociaciones. Si el sindicato tiene el respaldo de los trabajadores puede hacer una medida de fuerza o conseguir una ley de trabajo en la legislatura. La boleta electoral estaría mucho más congestionada de lo estaría hoy si cada conflicto laboral es llevado ante los votantes para que lo resuelvan.
Se estima que hay más de 80,000 personas que dependen de alrededor de 600 centros de diálisis. Para tener una buena diálisis el paciente necesitará 4 horas de diálisis, 3 veces por semana conectados a una máquina cuyo fin es remover el exceso de agua, solutos y toxinas de la sangre. Hace el trabajo del hígado. Hay gente, los más afortunados, es tan solo un tiempo en estas rutina. Los menos, están el resto de su vida en esta rutina. La alternativa es la muerte.
Los pacientes ya sufren demasiado con la enfermedad como para estar siendo usados como moneda de cambio en un tire y afloje laboral.
La propuesta exige que haya un médico en todo momento en que el centro atiende pacientes. Suena razonable pero no imprescindible. La atención en los centros de diálisis es mucho más compleja que la supervisión permanente de un doctor. Hay técnicos y enfermeras especializadas trabajadores sociales y dietistas que conforman la red de atención bajo un médico responsable pero no tiene los ojos puestos en cada aguja que se inyecta a un paciente.
La exigencia del médico a cada paso enfrenta dos problemas: la escasez de doctores y el costo. En California faltan médicos como para que miles de profesionales -por los turnos en las clínicas- tengan que estar en un labor estricta de supervisión en vez de estar atiendo directamente a pacientes.
Esta iniciativa electoral no es mejor que la Proposición 8 de hace dos años. No merece un destino mejor. ¡Vote No en la Proposición 23!
Nota: Este material informativo es Editorial de Impulso.